9/10/09

Fase 4: Un autobús peligroso


En efecto, las peculiares colonias finalizaron, y Martin salió por la puerta principal y vio en la entrada una larga cola de personas con papeles y fotos carnet tamaño din-a4 en las manos. Recordó que había empezado el período de matriculación, y que él debía matricularse en la universidad del Hip-Hop. De camino a su casa volvió caminando al lado de una compañera que por culpa de un error en el registro se llamaba “Halba”. Martin había practicado a menudo por las tardes para poder hablar con ella sin reírse por su estúpido nombre de bakala analfabeta, y pensó que sería productivo ponerlo en práctica practicando lo que los prácticos humanos llaman práctico arte de la conversación.

Se acercó y grito: ¡HOLA!, y la chica se sobresaltó en sobremanera. Martin había sido programado para hablar únicamente de lo último que había visto, oído o pensado, y le preguntó: ¿Tú sabes como funciona todo ese rollo de la matriculación?. La chica contestó: No… -¿Pero ya te has matriculado? –No… ¿Ah, te matriculas en septiembre? No…

Martin se sintió algo estúpido porque quizás la chica no había superado la prueba de aptitud funk para entrar en la universidad del Hip-Hop, y él estaba hurgando en la llaga. Martin dijo “llaga” en voz alta, y el resto de la conversación fue silencio. Incómodo silencio.

Por inercia, Martin siguió a la chica calle abajo y subió a un autobús. El conductor parecía inestable, cansado, viejo, moribundo y olía a cadáver de perro muerto por inhalación de hedor de perros muertos por la misma causa. El conductor extendió un brazo muy lentamente (Tardó casi 20 segundos) y señaló una placa metalizada que ponía: “Aceptamos dinero, sangre y diamantes”. Martin le dijo: ¿Aceptáis gratis? Y se coló.

Martin se sentó al lado de una chica con el pelo color naranja butano. La chica llevaba una camiseta de color verde con un texto de color violeta que ponía una frase divertida sobre guitarristas que no usan púa. Martin quiso ligar con la chica, y para romper el hielo dijo: “Lo que se llama "libre albedrío" es esencialmente la conciencia de la superioridad frente al que debe obedecer”. La chica se rió, pero se levantó y se cambió de asiento.

Martin aprovechó el asiento libre para extender un pequeño mantel y sacó de su mochila unas cuantas porciones de ricos sándwiches. La gente de su alrededor le preguntó si había picnic, pero él dijo que el picnic era a las 20:00. Un chico gótico le preguntó: ¿Y que hora es?. Martin miró por la ventana, y se había equivocado de autobús, estaba en el que subía, y no en el que bajaba. Martin le dijo al chico gótico: “Me he equivocado de autobús”

-“Pues corre, date prisa y bájate”. El autobús estaba parado con las puertas abiertas, y Martin se apresuró a recoger el picnic, se dirigió a las puertas para bajarse, pero antes se dio la vuelta y comunicó a todo el autobús (en su mayoría compañeros de clase) que el picnic se cancelaba. Cuando se volvió a girar hacia las puertas, estas estaban cerradas y el autobús en marcha. Se giró hacia el conductor para comunicarle que era un conductor pésimo y que encima olía a perro muerto, pero el conductor no estaba.

La situación era grave, el autobús avanzaba sin conductor, y para colmo se dirigía a un precipicio. Tuvo que pensar muy rápidamente para salvar a todo el autobús, y vio que en las puertas cerradas había un botón rojo a la altura de una patada. Martin dio una patada al botón y se abrieron las puertas, y en cada puerta había un paracaídas desplegado. Eso daría tiempo a todos a saltar del autobús sin control, evitarían el trágico y final desenlace mortal y él sería un héroe. Gritó: ¡Saltad! Y se tiró del autobús, sin hacerse ningún daño. Había cerrado los ojos, y cuando los abrió estaba desplegado sobre la hierba, pero a su lado solo se encontraba el chico gótico y otro tío: nadie había saltado del autobús. Vio como el autobús seguía su curso y en breves instantes lo vio desaparecer por el precipicio. Escuchó un coro de gritos que se desvaneció enseguida debido a la distancia, luego escuchó un horrible estruendo de metal golpeado contra una pared de roca e inmediatamente precedido por el fatídico ruido de una explosión, acompañado como no de una ligera vibración del suelo.

Martin estaba consternado. ¿Por qué nadie había saltado? ¿Habían preferido morir a hacerle caso?. Pensó en la gente que había muerto, y que nunca volverían a vivir, a existir, a realizar complejos procesos vitales, a reír, a pensar, a crear en ningún sentido… Pensó en las personas que conocía y que nunca volvería a ver, la chica que tanto le interesaba y que se llamaba M, la chica de la camiseta violeta y el pelo naranja. Martin consiguió aguantar el llanto mucho rato, las horas que paso inmóvil en la hierba, el trayecto de vuelta a casa, la noche, el día siguiente, y el siguiente, y el otro.

Después no pudo seguir conteniéndolo y lloró, y luego terminó de llorar y fue a matricularse a la universidad del Hip-Hop.

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