9/10/09

Fase 1: Aventuras en el supermercado.




Martin de repente se encontraba en el supermercado Sorli Discau, en la sección de congelados, con su característico polo blanco y su pantalón corto marrón claro, y sus zapatillas converse falsas. Y no se podía encontrar en mejor compañía: Sus compañeros de curso, a los que no conocía en absoluto, Martin no solía hablar con ellos, debido a su personalidad introvertida derivada de razones que no vienen al caso. Martin, que no sabía muy bien porque estaba allí con esa gente, se percató de la presencia de su verdadero amigo Roger. Roger era un chico con un carácter de líder, con una personalidad perfectamente diferente de la de Martin, como si se trataran de polos opuestos de magnitud elevada al infinito nacidos por azar en el mismo barrio para que coincidieran en el mismo colegio e instituto. Burlas del destino.

Martin vio como su grupo se dirigía a la salida del supermercado rápidamente, y vio que tenía en la mano una bolsa de snacks “Malteesers”. Comprendió enseguida que ellos estaban robando artículos a mansalva, y pretendían salir del edificio sin abonar el precio correspondiente de los artículos que estaban hurtando. Sin saber muy bien qué hacer, se adaptó a la situación y se dirigió a la salida junto a su grupo, con la intención de robar, sin saber muy bien porque, esa bolsa de snacks de chocolate ligero. Como no conocía la estrategia a seguir, siguió a su amigo Roger, que salió junto a otros chicos por la caja, alegando que no habían comprado nada. Una de las chicas del grupo paso torpe y descaradamente por entre los detectores de seguridad de los artículos, evitando los infrarrojos, pasando ruidosamente por entre la pared y el dispositivo. Martin pensó: “Lo estáis haciendo mal.”. Para su sorpresa, el grupo se encontraba en la entrada del supermercado, justo delante de los guardias de seguridad. Se dispusieron a salir, y Martin pensó “Ahora es cuando nos pillan”. Para su sorpresa, los vigilantes les abrieron las puertas, sonrieron amablemente, e incluso hicieron una exagerada reverencia al grupo de chicos que salían. Martin se encontraba muy desconcertado y pensó que seguramente estaba drogado. A los pocos pasos de salir del supermercado se dio cuenta de que iba sin su polo y sin camiseta interior, con el torso al aire, y notó un leve pinchazo en la espalda, a la altura del hombro derecho. Se miró torciendo la cabeza y vio que su hombro derecho brillaba intermitentemente, con una luz roja y minúscula. No hace falta decir que esa rara conducta por parte de su hombro era totalmente nueva para él, y le pareció muy desconsiderado por parte del hombro. Vio que su amigo Roger también tenía una luz roja, pero en su brazo izquierdo, a la altura del codo. Roger se lo tomó a broma, divirtiéndose al hablar con su codo y pedirle que adoptara un comportamiento más discreto, y más aún en la presencia de sus amigos los árboles.

A Martin, de repente, le entró en la cabeza la obsesiva idea de llegar a su casa, pues tenía mucho sueño, y cuanto antes llegara a su casa, antes podría dormir. Martin vivía en la misma manzana que el supermercado, así que él y su luz roja echaron a correr torpemente, con el correr de un borracho, hacia su casa, sin despedirse de Roger y por descontado sin despedirse de sus otros compañeros. En ese pequeño tramo de calle que separaba el supermercado con su casa se sintió raro, pues pese a que corría a una velocidad lenta, el viento impactaba con mucha intensidad en su torso desnudo, como si estuviera cayendo por un precipicio, sin paracaídas y sin el refresco que por defecto te regalan al saltar de un precipicio. Faltaba poco para llegar a su portal, y de pronto su estómago se encogió reaccionando ante el miedo que sintió al ver como la policía giraba la esquina a lo lejos, con las luces puestas, buscando o persiguiendo a un criminal. Conocía esa sensación, presagiaba problemas, y ver la luz de la policía le hizo comprender que la luz de su espalda no era un comportamiento pueril de su hombro, sino un localizador disparado por los guardias de seguridad a traición. Pensó “Mi amistad con los desconocidos guardias de seguridad ha terminado para siempre” mientras se metía en su portal, intentando esconderse de la ley. No encontraba las llaves, y su tardanza provocó que la policía llegara a su altura, subiendo por la calle. Intentó esconder su delatora luz roja girándose en una rocambolesca postura hacia la pared, pero no tenia equilibrio, y se tambaleó. Un agente de la policía hacía rato que se había bajado del coche, con una linterna y un bisturí en la mano, para extraer el localizador, y se dirigía caminando hacia el criminal. Martin, presa del miedo, soltó la bolsa de Malteesers y miro al horizonte en un vano intento por disimular, aunque desistió de buscar las llaves, en su estado era imposible. Antes de que el policía llegara hasta donde estaba él, una chica joven, vecina suya, entró en el portal, le sonrió y hábil y rápidamente abrió la puerta y se metió en el edificio. Después de pensar que esa chica debería dedicarse a la apertura de puertas profesional, Martin permaneció inmóvil en el portal hasta que, en una persecución que parecía eterna, llegó el policía. No pudo recordar muy bien como lo esposaba, o como le extraía el localizador clavando el bisturí más de la cuenta, solo recuerda como el mundo se desvanecía mientras el policía le metía la bronca sobre porque robar es malo, y como robar videojuegos violentos provoca que la juventud asesine a vagabundas rumanas por diversión.

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